domingo, 12 de marzo de 2023

LA ASCENSIÓN DE SANTA ANNA

Después de la guerra contra Estados Unidos, los partidos políticos comenzaron a definirse con una mayor claridad que la observada durante la primera mitad del siglo XIX. Así, el partido conservador, encabezado por Lucas Alamán, declaró abiertamente que el liberalismo y el sistema federal eran la causa de los males de la república; por otro lado, tanto liberales como conservadores se percataron de que una de las causas por las que la guerra se había perdido era la inexistencia de un sentimiento nacionalista: no se podía pedir a los ciudadanos que defendieran la nación si esta para ellos no existía. Por tanto, los dos grupos políticos idearon cada uno un proyecto que pretendía dar solidez al Estado en medio del enfrentamiento que desde ese momento protagonizarían.

Los liberales pensaron que, para construir una sociedad moderna, debían llevar a cabo reformas profundas, otorgar una serie de libertades ya practicadas en otros países, y proclamar la igualdad de todas las personas ante la ley, lo que hacía pensar que la relación profunda con la Iglesia era, para los más radicales, no solo una traba, sino uno de los retos de la sociedad colonial que era necesario eliminar. Por su parte, los conservadores pensaban que lo mejor para la nación era mantener los valores que la sociedad poseía desde que México era colonia española, dado que solo resguardando las tradiciones y costumbres se podría encontrar la unidad entre el pueblo; según Alamán, la Iglesia era el único punto de cohesión entre los habitantes, y las reformas que los liberales querían implementar acabaría con la esencia de la sociedad mexicana.

En escasas tres décadas de existencia se habían ensayado ya casi todas las formas políticas de gobierno y todas habían fracasado. Se culpó con mayor vehemencia al federalismo y a las formas de representación popular de haber destruido la unidad de la nación, por lo tanto, la solución era establecer una dictadura con un ejecutivo con facultades legislativas, capaz de mantener relaciones con el Ejército, el Clero y los dueños del capital, elementos considerados los pilares del Estado.

Esa forma de pensar se hallaba muy generalizada en el país cuando, el 26 de julio de 1852, en Guadalajara, se pronunció José María Blancarte; su movimiento, que en un principio se dirigía a derrocar al gobernador del Estado, se amplió procurando la caída del presidente Mariano Arista.

Se proclamó el Plan de Guadalajara el 13 de septiembre que incluía en su artículo 8º lo siguiente: “La nación invita al general Antonio L. de Santa Anna para que regrese al territorio de la República, para que coopere al sostenimiento del sistema federal y al restablecimiento del orden y la paz”. La rebelión que hasta ese momento no había traspasado los límites regionales, de súbito se convirtió en una auténtica revolución nacional.

Arista, a final de cuentas, presentó su renuncia. Lo sucedió en el cargo el jurista Juan Bautista Ceballos quien dimitió tras 30 días de infructuosos esfuerzos; su lugar fue ocupado por el santanista José María Lombardini quien allanó el camino para el retorno de Antonio López de Santa Anna.

Santa Anna regresó de Colombia para tomar el gobierno por última vez. En marzo del mismo año, Lucas Alamán le dirigió una carta donde exponía las bases del partido conservador (formado oficialmente en 1849), así como la forma en que los conservadores colaborarían con su gobierno. Se hacían llamar conservadores porque pretendían conservar las características y tradiciones de la sociedad mexicana, por lo que en primer lugar pedían a <Santa Anna conservar la religión católica como única y oficial, ya que la consideraban el último lazo de identidad entre un pueblo naturalmente heterogéneo. Además, solicitaban la eliminación del federalismo, sistema que juzgaban como culpable de las desgracias acontecidas en la guerra de 1846 – 1848.

Santa Anna recibió de nuevo el poder el 20 de abril de 1853 y nombró ministro de Relaciones a Alamán. La propuesta que habían formulado los conservadores para el nuevo gobierno era que Santa Anna conservara el poder durante un año, en lo que se conseguían un gobernante europeo. Sin embargo, la muerte de Alamán, ocurrida el 2 de junio significó, entre muchas otras cosas, el fin de la esperanza de controlar a Santa Anna quien, a falta de un verdadero ideólogo, comenzó a implantar en México su particular visión del pensamiento conservador, convirtiendo en ridículo el proyecto político que don Lucas habría deseado desarrollar.

En teoría, las facultades extraordinarias de Santa Anna debían terminar el 6 de febrero de 1854; no obstante, un pronunciamiento ocurrido en Guadalajara el 17 de noviembre de 1853, exigió que sus facultades fueran prorrogadas de forma indefinida. Nuevos alzamientos en igual sentido, llevaron o sirvieron de excusa, para que el Consejo de Estado se decidiera el 16 de diciembre a declarar que debía continuar al frente del gobierno en las condiciones en que lo venía desempeñando sin fijar un término para su conclusión. La dictadura de Santa Anna había comenzado.

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